Acabamos de ver a un dentista miofuncional orofacial. ¿¡Cómo!?

Déjame retroceder un poco. Por el lado de mi papá, somos famosos por los “clásicos dientes ingleses”. Tuve caries desde pequeña—¿qué tan pequeña? No sabría decir, pero más temprano de lo que me gustaría admitir. Por suerte, me encantaba ir al dentista porque regalaban anillos de princesa diminutos. No se necesitaba mucho para conquistarme en esa época. Las obturaciones de amalgama de mercurio eran lo común entonces, así que mi boca se convirtió en una especie de sopa tóxica… Una historia de salud para otro día.

Mientras tanto, mi mamá y mi hermano pasaron su infancia sin una sola caries. Claro que los genes influyen, pero también lo hizo la alimentación rica en nutrientes que tuvieron desde sus primeros años—algo que respalda la investigación de Weston A. Price sobre dietas ancestrales y desarrollo facial. Mi madre creció en Sudamérica con una dieta abundante en huevos, frutas, legumbres, carne, y consumo frecuente de vísceras. El azúcar y la harina blanca eran considerados un lujo ocasional. Mi hermano también tuvo una infancia muy nutritiva, lo que quizás explique sus buenos dientes, mente aguda y energía incansable (algo que hasta el día de hoy sorprende a mi esposo).

Mi mamá hizo todo lo posible por darme una alimentación saludable durante los años 80 y 90. Mi dieta era alta en granos y más baja en carnes—especialmente en vísceras—y, afortunadamente, muy baja en azúcar. Ella seguía lo que en ese momento se entendía como la forma más saludable de alimentarse, actuando según el conocimiento disponible y con la mejor intención. Sin embargo, no estaba del todo alineado con lo que Weston A. Price proponía en cuanto a dietas densas en nutrientes para un desarrollo facial y dental óptimos.

Weston A. Price: Dentista e investigador del siglo XX

El Dr. Price estudió dietas indígenas alrededor del mundo. ¿Qué descubrió?

  • Las dietas tradicionales (como leche cruda, vísceras, vegetales fermentados) fomentaban mandíbulas anchas y dientes rectos.

  • Las dietas procesadas (harina blanca, azúcar) provocaban mandíbulas estrechas y dientes apiñados—a veces en una sola generación.

En zonas rurales de Inglaterra, Price encontró sonrisas sanas entre quienes comían alimentos frescos de granja, mientras que en las ciudades, donde predominaban los productos procesados, la salud dental era considerablemente peor. Esto coincidía con lo que había observado en mi propia familia.

Sorpresa entre hermanos: el primogénito vs. el resto

Algo que siempre me ha parecido fascinante de la investigación de Weston Price es que los hijos mayores tienden a tener mandíbulas más anchas y rostros más simétricos que sus hermanos menores. Él lo atribuía a que las madres no alcanzaban a reponer sus reservas de nutrientes entre embarazos. Basta mirar ejemplos como Paris y Nicky Hilton, Matt y Kevin Dillon, Kate y Pippa Middleton, Gwyneth y Spencer Paltrow… ¡Búscalos y verás!

Mi despertar dental

Durante el embarazo, noté que mis dientes se estaban poniendo grises—una señal de pérdida de minerales. Fue entonces cuando descubrí a Nadine Artemis y su libro Holistic Dental Care. Ella describe los dientes como órganos vivos, con nervios, irrigación sanguínea y un sistema similar al linfático que ayuda a desintoxicarlos. Con el cuidado adecuado—alimentación, higiene bucal natural y manejo del estrés—los dientes pueden remineralizarse y sanarse por sí solos.

Seguí sus prácticas con mucha disciplina durante años, sin visitar al dentista (entre la pandemia y la maternidad, se me pasó), y en mi primer chequeo después de cuatro años, mi higienista quedó sorprendida con lo poco que tenía de placa.

Este video es bastante antiguo, pero me encanta lo auténtica y levemente excéntrica que es.

¿Y dónde entra el Dentista Miofuncional Orofacial?

Pensé que ya había terminado con mi inmersión en el mundo de la odontología. Creía que lo tenía todo resuelto… o eso pensaba. Pero durante una visita a mi osteópata por molestias no relacionadas, él puso atención en el "clic" de mi mandíbula, que comenzó cuando me pusieron frenillos a los 12 años. En ese momento intentaron (sin mucho éxito) ensanchar mi mandíbula, y ahora él sospechaba que esa intervención de la infancia estaba detrás de gran parte del dolor y la tensión que venía sintiendo en todo el cuerpo.

Me recomendó consultar a un dentista miofuncional orofacial, un especialista que evalúa cómo funciona la boca, la mandíbula y los músculos faciales—no solo cómo se ven los dientes. No fue fácil encontrar uno, y la lista de espera parecía interminable. Pero después de un año, finalmente recibí la llamada: estaban aceptando nuevos pacientes.

El momento no pudo haber sido mejor. Mi hijo había comenzado a rechinar los dientes por las noches—tan fuerte que me despertaba cuando dormía a mi lado. También quería anticiparme a cualquier problema dental que pudiera presentarse en él.

La evaluación con la dentista y su equipo fue increíblemente detallada. Durante unas tres horas, cada uno de nosotros pasó por una serie de fotografías y pruebas para evaluar cómo funcionaban nuestra cara, mandíbula y cuello al comer, beber, respirar e incluso al hacer movimientos simples. Fue realmente revelador.

Nuestros hallazgos sorprendentes:

  • Frenillos labial y lingual: Tanto mi hijo como yo los tenemos, lo que afecta el movimiento, la deglución e incluso la respiración.

  • Tensión crónica: Años de tensión acumulada irradiando hacia el cuello, los hombros y la frente.

  • Mandíbulas estrechas: Nada nuevo en nuestro caso, pero ahora tenemos un plan para guiar el crecimiento de forma suave y aliviar las molestias.

El plan

Meses de ejercicios miofuncionales para reentrenar la lengua y los músculos faciales, seguidos del uso de aparatos dentales suaves para expandir nuestras arcadas. Por suerte, mi hijo todavía está en etapa de crecimiento—su proceso será más rápido.

¿Por qué es importante esto?

Esto no se trata solo de estética. Es una cuestión de:

  • Dormir y respirar mejor

  • Disminuir el dolor

  • Mejorar la deglución y la digestión

  • Promover la salud oral y general a largo plazo

Jamás imaginé embarcarme en una aventura dental junto a mi hijo—pero aquí estamos, estirando las mandíbulas y aprendiendo juntos en el camino. Pronto vendrán las liberaciones de frenillo, aparatos en colores de superhéroes, y tal vez incluso ese clásico casco dental retro. ¡Ya veremos!

Previous
Previous

Confesión: Me hice Botox (y no se lo conté a nadie)

Next
Next

Mi papá, la música y yo.