Mi historia con la caja de almuerzo: entre el trauma y la nutrición

Mi madre que estaba muy adelantada a su tiempo. A finales de los años 80 y principios de los 90, ella tenía un restaurante mexicano vegetariano y orgánico en el pequeño pueblo costero donde vivíamos. Era extremadamente consciente de lo que comíamos, y además, cocinaba increíble.

Todo eso me parecía de lo más normal… hasta que empecé a ir al colegio. Imagina esto: un pequeño pueblo en Canadá en los años 80, dos padres extranjeros, y una caja de almuerzo con comida muy poco convencional. No era precisamente la receta para encajar con los demás.

Me encantaba comer en casa de mis amigas—milo, marraqueta, y fideos instantáneos Ichi Ban eran mi sueño.

Solo quería ser “normal”, comer comida “normal”, y tener padres “normales”. Pero esa no era mi realidad. Cuando empecé a notar lo que los otros niños llevaban en sus almuerzos, hice todo lo posible por empezar a prepararme la mía.

Recuerdo vívidamente una ida al supermercado con mi papá, donde logré convencerlo de que mi mamá me dejaba comer Fruit Roll-Ups. Me creyó. Cuando llegamos a casa, mi mamá descubrió la mentira y—sí—los devolvimos. Es un recuerdo de cuando tenía unos cinco o seis años, así que quién sabe qué tan preciso es, pero se quedó conmigo.

Y no cuento esto para criticar a mi mamá—de hecho, es todo lo contrario. Ahora que soy madre, la admiro profundamente.

Pero fue difícil. Puede sonar exagerado, pero esto me dejó un pequeño “trauma” (con t minúscula) durante toda la etapa escolar. Me sentía diferente. Me sentía rara. Solo quería comer la comida chatarra que comían los demás. Incluso mi “comida chatarra” era la versión saludable y natural. Me tocaba la imitación saludable de los fideos Ichi Ban, aprobada por la tienda naturista.

Ahora, como madre, me he convertido exactamente en lo que era mi mamá en cuanto a la nutrición. Incluso estudié nutrición en la universidad, así que entiendo completamente lo importante que es una buena alimentación en la infancia—especialmente para la absorción de minerales, el equilibrio del azúcar en sangre, la salud ósea y el desarrollo cerebral.

Desde el primer día, me he enfocado en alimentar bien a mi hijo. Ahora que va al colegio, intento preparar almuerzos que sean tanto nutritivos como atractivos. Afortunadamente, muchos de los alimentos “raros” que me daba mi mamá ya no se consideran tan raros.

Todo ha cerrado el círculo—y, honestamente, me siento orgullosa de eso.

Algunas Reglas Flexibles que Sigo de Nutrición on mi Hijo… sin causar trauma.

He desarrollado mi propio enfoque sobre la alimentación para mi hijo—basado en lo que he aprendido, lo que viví y lo que me hubiera gustado tener. Estas son algunas de las reglas flexibles que seguimos:

Puede comer lo que quiera cuando salimos.
Como sentí que tuve muchas restricciones cuando era niña (¡aunque puede que no sea tan así!), desarrollé una gran atracción por la comida chatarra y los dulces—algo que, por suerte, superé a mis veintitantos. No quiero generar la misma relación para él. Así que cuando estamos fuera—en una fiesta, un restaurante, la playa o en la nieve—puede comer lo mismo que los demás.

Quiero que conozca sus propios límites.
Espero que, al probar cosas como tortas, papas fritas o dulces en contextos reales, aprenda poco a poco a escuchar a su cuerpo. Y, la verdad, ya empiezo a notarlo. A veces dice que algo está demasiado dulce, otras veces simplemente lo disfruta. No siempre es fácil para mí (¡ni lidiar con el bajón de azúcar!), pero quiero que desarrolle esa conciencia interna por sí solo.

No demonizo la comida.
Hablamos sobre cosas como los pesticidas—él sabe que lo orgánico significa menos veneno para insectos y plantas. Pero ahí me detengo. No etiqueto los alimentos como “malos”. Tal vez sea por mis raíces hippies, pero realmente creo que lo que uno piensa sobre la comida también afecta al cuerpo tanto como los nutrientes mismos. Tampoco quiero que sienta vergüenza o que tenga que esconder de mi lo que come. Quiero que entienda que podemos consumir alimentos menos nutritivos de vez en cuando, y que eso está completamente bien.

El equilibrio del azúcar en sangre es prioridad.
En casa también tenemos algunos antojos, pero los escogemos con intención. Horneamos juntos—normalmente con poca azúcar, sin gluten, y añado proteína en polvo o colágeno para equilibrar el azúcar—o elegimos helado comprado (su favorito), con pocos ingredientes y leche orgánica. (Mi sueño es leche cruda, de vacas alimentadas con pasto, y bajo en azúcar, pero bueno…).

Le he enseñado a acompañar los dulces con proteínas o grasas cuando es posible—como carne seca, nueces, garbanzos, proteína de chocolate o una comida completa antes de algo dulce. Está aprendiendo, apenas tiene 4 años, así que… paciencia.

Probar cosas nuevas es regla.
Mi hijo—al contrario que yo—no es de lanzarse a probar cosas nuevas fácilmente. Así que en casa tenemos una regla: hay que probar todo al menos una vez. Solo un bocado. Si no le gusta, no tiene que terminarlo… esta vez.

Cuando estudié nutrición, leí investigaciones que decían que se necesitan hasta 14 exposiciones a un alimento para que un niño sepa si le gusta o no. Así que estamos jugando a largo plazo.

Nada de comidas especiales.
Cenamos juntos en familia la mayoría de las noches, y comemos lo mismo. Si algo de lo que hay en la mesa no le encanta, encuentra algo dentro del plato que sí le funcione. Tranquilos—no lo estoy torturando. Cocino cosas que todos disfrutamos, pero a medida que crece, empieza a opinar más sobre ciertos ingredientes. Y eso está bien.

Aprovecho de añadir minerales donde puedo

Lamentablemente, no le gusta el sabor de los minerales traza en el agua. Así que se los mezclo en gelatina casera o en jugo cuando lo toma.

Le agrego sílice al agua, leche, gelatina o té de rooibos. (Sí, le gusta el té. Supongo que son sus raíces británicas).

Ocasionalmente añado gotas de yodo a su comida o bebida—porque le hice una prueba de minerales y sé que le falta.

Casi todas las mañanas, mientras preparo el desayuno, le doy dos nueces de Brasil por el selenio.

Le doy vitaminas

Sé que este tema genera debate, especialmente entre dentistas, pero sí—le doy gomitas vitamínicas. Las voy rotando según lo que su cuerpo necesita (uso un dispositivo casero para analizar minerales), y busco opciones con el menor azúcar posible—idealmente endulzadas con stevia, solo con gelatina, jugo y nutrientes. Este es el multivitamínico que está tomando ahora.

Antes toleraba el sabor del shilajit… ahora ya no tanto.

Uso sales minerales homeopáticas para corregir deficiencias específicas.

Le doy aceite de hígado de bacalao regularmente, pero no todos los días. Por suerte le gusta. Probablemente porque lo empezó a tomar desde que tenía un año, aún tolera el sabor. Yo, en cambio, tengo que tomar cápsulas para evitar el sabor. Como todo, la calidad importa. Solo usamos la marca Rosita, que es prensada en frío y NO fermentada.

Vísceras + colágeno = nutrición escondida

Aproximadamente una vez por semana, incorporo vísceras orgánicas de animales alimentados con pasto en las comidas—albóndigas, hamburguesas, lasaña. Las incluyo donde sea que pueda.

También agrego colágeno donde sea que encaje: en avena (junto con una yema cruda y 10g de colágeno por porción), en compota de manzana, y hasta en los macarrones con queso marca Annie’s cuando los preparamos (sí, a veces también permito eso).

Mi receta de Gelatina con Minerales

Esta es mi receta favorita de gelatina casera—llena de minerales y aprobada por mi hijo. Es naturalmente dulce (sin azúcar), fácil de preparar y una forma ideal de añadir un poco más de nutrición.

Ingredientes:

  • 2 L de jugo sin azúcar
    Me encanta usar jugos de Black River—especialmente la mezcla de cereza negra con granada, o arándanos. Sino tienes acceso a esta marca encuentra un jugo SIN azúcar añadida.

  • 1/3 taza de gelatina orgánica de animales alimentados con pasto
    Si quieres que quede más firme, usa 1/2 taza. (Asegúrate de que la gelatina sea de buena calidad).

  • 2 cucharadas de minerales traza
    Usa una marca de calidad.

  • 1/4 taza de sílice
    Yo uso la marca Living Silica.

  • 10 gotas de yodo
    Voy alternando entre yodo nascente, extracto de cochayuyo y yodo Lugol.

Instrucciones:

  1. Vierte el jugo en una olla (aún sin calentar).

  2. Espolvorea la gelatina sobre el jugo y deja que se hidrate por 5 minutos—esto mejora la textura.

  3. Enciende la cocina a fuego medio y calienta suavemente la mezcla hasta que esté caliente, sin que hierva.

  4. Apaga el fuego y añade los minerales traza, la sílice y el yodo.

  5. Vierte en un molde grande de vidrio (tipo Pyrex) y refrigera hasta que esté completamente cuajada.

  6. Una vez firme, corta en cubos de 2,5 x 2,5 cm.

¡Disfruta libremente—tu cuerpo (y el de tu hijo) lo agradecerán!

La caja de almuerzo de hoy

De izquierda a derecha, de arriba hacia abajo:

- Frutillas y trozos de castañas de cajú.

- Queso parmesano crudo, pimientos rojos, pepino.

- Quesadillas sin gluten de harina de yuca con queso cheddar curado crudo y palta.

- Charqui de vacuno alimentado con pasto.

- Gomita de magnesio al medio.

*Todo es orgánico.

Previous
Previous

Mi hijo de 4 años no sabe quién es el Viejito Pascuero.

Next
Next

"Si crees que estás iluminado, pasa una semana con tu familia."